La denuncia
“Comenzamos a abrir el horno por abajo y de repente sale una calavera. Y después, un hueso, otro hueso y otro hueso. Yo creí que me desmayaba. Nunca en mi vida había visto una cosa semejante”, señalaba el jurista Máximo Pacheco*.
El hallazgo de las 15 víctimas de Lonquén se debió a la denuncia que hizo un campesino al sacerdote de la Vicaría de la Solidaridad, Gonzalo Aguirre.
La información se mantuvo en secreto a la espera de que concluyera el Simposio Internacional de Derechos Humanos que se celebraba en Santiago. Una vez que éste finalizó, se formó una comisión integrada por representantes de la iglesia, y por Máximo Pacheco Gómez (abogado), Javier Luis Egaña Barahona (secretario ejecutivo de la Vicaría de la Solidaridad), Alejandro González Poblete (jefe del Departamento Jurídico de la Vicaría), Jaime Martínez Williams (director de la revista Qué Pasa) y Abraham Santíbañez Martínez (subdirector de la revista Hoy).
En la tarde del 30 de noviembre de 1978, este grupo se trasladó a Lonquén y verificó que había osamentas humanas en uno de los hornos de cal. Desde ese momento, autoridades eclesiásticas, defensores de los derechos humanos y familiares de las 15 víctimas, buscaron incesantemente la verdad judicial.